¿Cómo funciona el agua a presión?
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Un poco de historia…
La utilización del agua a presión comenzó a usarse de forma industrial a mitad del siglo XIX en minería.
En explotaciones mineras de oro en los Estados Unidos de América, se utilizaba el chorro de agua a presión inferior a 10 bar, empleando cañones de agua de largo alcance llamados monitores, con orificios de salida de unos 150mm. de diámetro que proyectaban el agua a más de 100 metros de distancia contra montículos, para deshacer y mover de forma rápida grandes cantidades de tierra, para luego decantar el oro.
El proceso fue evolucionando y esta forma de utilizar agua a presión se hizo extensiva en otros tipos de explotaciones e industria en general llegando en la actualidad a presiones de trabajo de 6.500 bar. La técnica consiste en la utilización del chorro de agua a alta presión como herramienta de demolición o extracción selectiva en el caso del hormigón o para la eliminación de recubrimientos y óxidos en el caso de elementos metálicos.
El agua a alta presión penetra en el entramado poroso del hormigón, generando tensiones internas suficientes que provocan microestallidos superficiales en la zona de incidencia directa del chorro proyectado en la superficie de determinados materiales porosos como el hormigón. El resto de los elementos metálicos, al no ser porosos, permanecen intactos, eliminando, si cabe, cualquier óxido o recubrimiento que pudieran presentar, de tal forma que deja el acero en su estado y posición original.
El sistema está formado por una bomba conectada a la lanza (manual o mecanizada), a través de mangueras y latiguillos, provista de una tobera que dirige el chorro hacia la zona objeto de demolición.
Los sistemas robotizados siempre son controlados a distancia por control remoto por un operador, encargado de vigilar y dirigir el trabajo del robot siendo:
- Más seguros para el operario,
- Más efectivos permitiendo obtener rendimientos mucho mayores que los manuales.
Por ello, no es raro que cada vez más se intente mecanizar, en la medida de lo posible, los trabajos que así lo permitan, dejando de lado las lanzas manuales.
Mediante el ajuste de los distintos parámetros que intervienen (tipo de lanza, presión, velocidad, tiempo, caudal, etc.) se puede controlar el avance en la extracción del hormigón, consiguiendo así que el tratamiento se pueda llevar a cabo de forma controlada y acotada, desde un tratamiento superficial a un corte profundo o una demolición total.
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